28/11 – Tres décadas de sueños y cinco años de obras debieron pasar para que la Quinta Región celebrara la partida de su tan anhelado Metro subterráneo. En medio de una copiosa lluvia, y con un contingente de autoridades y de usuarios, la remozada estación terminal de
Limache vio partir el v iaje inaugural de un servicio que tiene proyectado trasladar a 22 millones de personas al año. “Tiene olor a plástico nuevo, como a juguete de Navidad”, comentaban los primeros pasajeros, interesados en comprobar cómo se habían invertido los US$ 332 millones destinados a esta obra, que implicó además cinco largos años de tortuosos trabajos en la zona.Las miradas de asombro y las felicitaciones, que suscitaban orgullosas sonrisas en los gerentes del Metro Regional Valparaíso (Merval), se fundían
con el saludo de los habitantes de las comunas dormitorio del interior (Villa Alemana, Quilpué), que desafiaban la lluvia con sus pañuelos.
“Éste es un gran anhelo para los habitantes de la región y una demostración a todos los que no creían que el Metro era posible, y que sólo imaginaban que se trataba de un bluff electoral”, dijo Juan Enrique Coeymans, presidente de Metro Valparaíso, mientras indicaba los modernos paneles electrónicos que repetían incansablemente “bienvenidos”.”Todavía se siente ese vaivén típico del tren y se escucha chiqui-chiqui”, decía una mujer mayor, que no podía ocultar su asombro. La estrategia comunicacional impulsada por la empresa -en orden a instalar en la memoria colectiva la palabra “Metro”, en vez de “tren”- no parece haber hecho demasiado efecto en su generación.
En Quilpué lo abordó el Presidente Lagos y el flamante Metro continuó su curso por el sinuoso camino que orilla los escarpados cerros, entre Quilpué y la costa. Al llegar a Viña del Mar la expectación crecía. Pronto el tren
comenzó a sumergirse -en el sector de El Salto- y lo que hasta ese momento parecía un ferrocarril convencional disfrazado de modernidad, se transformaba en Metro, a la sombra del túnel. “Siento como si estuviese en Santiago”, decía una autoridad local. Mientras el carro avanzaba por las profundidades de la Ciudad Jardín, en la superficie, una nueva avenida urbana nacida de la unión de las calles Álvares y Viana (antes separadas por
el terraplén que ocupó por 150 años la vía férrea), ya era utilizada de forma fluida por los vehículos, que comenzaban a olvidar la endémica congestión del pasado. Los transeúntes también hacían suyo el nuevo espacio público que creció en las áreas verdes del bandejón central.Abajo, el túnel de 5,2 kilómetros ya cobraba vida, con un haz de luz que anticipaba la primera estación subterránea, Chorrillos, cuya estética vanguardista, con remates de concreto a la vista, daba la sensación de una construcción permanente, que contrastaba con los coloridos cuadros abstractos colgados bajo la mesanina.
A la salida del túnel, el convoy comenzó a avanzar por el imponente camino costero que “soterra” para siempre la utopía de un Metro construido fuera de Santiago. Con el orgullo regional sintiéndose en el ambiente, el viaje finalizó a las 10:30, al llegar a la Estación Francia (Valparaíso), cuando los ocupantes apretaron un llamativo botón verde para cortar el aire acondicionado y abrir las puertas, en medio de sostenidos aplausos.”Hoy termina una etapa y se nos abre otra. El Metro de Valparaíso constituye el primer paso en la implementación de un sistema de transporte público eficiente, seguro y ambientalmente sustentable, que está llamado a ser una columna vertebral en la región”, afirmó el Presidente Lagos. El ánimo festivo de los presentes creció aún más con los nuevos anuncios: una extensión a Quillota y La Calera, y la participación efectiva del nuevo Metro en el futuro Plan de Transporte de Valparaíso.
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